El portero ovetense Óscar fue protagonista en el primer enfrentamiento de selecciones de fútbol Cataluña-España.
Óscar caricaturizado por Roca en 1924.
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El 13 de marzo de 1924 Óscar
Álvarez, portero de fútbol, abandonaba cabizbajo el terreno de juego. Un campo
de Les Corts lleno de público y de reproches
en voz alta. No tenía cuerpo para nada. Y menos para pensar que estaba siendo
personaje principal en un pequeño hecho histórico.
Estamos
en el inicio de esa recurrente polémica de las selecciones nacionales. Los
felices veinte. Los estadios crecían para llenarse de trabajadores, con el
permiso de su recién nacida jornada de ocho horas. Pagaban por ver a ídolos de
masas a punto de ser profesionales.
Para
ellos los equipos de fútbol empezaban a representar a sus lugares de origen en
algo más que deporte. Las entonces llamadas “pasiones regionales” estaban en
una ebullición que enfrió Miguel Primo de Rivera haciéndose con las riendas del
país. Las echó de la calle, pero se
refugiaron en las gradas.
En
aquel fútbol dominaba Cataluña. Y algunos catalanes querían tener selección
propia. La española, de sólo cuatro años de vida, contaba ya con figuras en sus
puestos principales. Hablo de Samitier o, sobre todo, de Ricardo Zamora, “El Divino”.
Aquel portero de fama mundial del que, se decía, volvió al Español desde el
Barcelona a cambio de 25.000 pesetas de ficha y 5.000 pesetas de sueldo. Mucho
dinero para 1922.
En otra
galaxia vivía Óscar una historia paralela. Este modesto guardameta del Real
Stadium Ovetense fue convocado once veces con la selección española, pero no llegó
a debutar. Ricardo Zamora cerraba el camino a todo aquel que quisiera pasar por
su portería. Salvo lesión u omisión, era imposible jugar con la Selección si él
estaba allí. Hasta aquella tarde de marzo de 1924.
Un año antes, en
el campeonato interregional, la victoria de la selección asturiana lanzó a
Óscar a la fama. El equipo fue recibido en Asturias por instituciones,
autoridades y una muchedumbre que llenó las calles y el aire de vítores
heroicos. Sobre todo para tres jugadores: Meana, Zabala y Óscar, bautizado, en
toda España, como el Zamora asturiano.
Esto influyó
en la decisión de contar con él para aquel singular partido Cataluña-España. Al
fin iba a ser titular en la selección… pero en la catalana. Una forma de
compensar que tres figuras de la talla de Zamora, Samitier y Piera, siendo
catalanes, jugaran con la selección española. Pero al público no le gustó y,
con silbidos y abucheos, se lo hizo saber a Óscar desde el primer momento. Les Corts era un campo nuevo, moderno,
mucho campo para tenerlo en contra. Sobre todo si jugabas en casa.
Y allí estaba
“Oscarín el del Oviedo”. Portero en el exilio que, por una vez, iba a poder
vérselas frente a frente con El Divino. En la Selección y en la casa de Zamora
hasta hacía poco más de un año: el campo del Barcelona.
Pero aquella
portería quemaba. Y aquel campo bramaba. Muchas gargantas. Muchas más de las
que Óscar acostumbraba a oír en campo ninguno. Les Corts tenía aforo para 25.000 espectadores. Demasiados
decibelios.
Pocos gritos
de ánimo. Mucho hincha hinchando el ambiente hasta reventar. Un asturiano
defendiendo la portería catalana no fue comprendido por quienes entendían que
aquel partido no era una pachanga. Que la selección catalana era rival y no sparring de la española. Que había
selecciones y había naciones.
Campo de Les Corts en 1922 (FC Barcelona). |
Fuera
por eso, por los nervios, por la fatalidad, o por alguna nefasta conjunción
planetaria, aquel no fue el día de Óscar. No parecía el cancerbero que lucía ya
en los campos de media España.
Un córner de Piera fue despejado débilmente
por Óscar y Zabala remató el primer gol. Fueron dos cuando el portero se metió
un balón que Aguirrezabala sólo había querido centrar al área. En el tercero
Óscar, con un mal rechace, puso el balón a los pies de Laca. Sólo el cuarto, de
Aguirrezabala y el quinto de Samitier, fueron resultado de jugadas de gran
mérito. Cero a cinco y sólo medio partido.
Al descanso
Óscar se quedó en la caseta, y eso para un portero es sentencia. Ocupó su
puesto Estruch, guardameta del Sabadell, que sólo entró dos veces a buscar el
balón a las mallas, aunque las crónicas hablaron de dos tiros imparables. Lo
contrario pasó con Óscar, de quien todos dijeron que cuatro de sus cinco goles
habían sido el colmo de la inocencia.
La
prensa, sobre todo la catalana, no tuvo piedad. No se olvidaba el 0 a 7. Para unos, su actuación
desmoralizó a la selección catalana, para el resto los calificativos
recorrieron el abanico que va desde “mediocre” a “desastrosa”. Unanimidad: la
selección española era mejor, pero el partido lo había perdido Óscar.
Capdevilla, desde las páginas de Madrid
Sport, resumía el veredicto: “¿Quién duda que Zamora es el único?”
Tardó en
recuperarse. Se despistó algunos partidos más, pero a Óscar no se le había olvidado
el juego que con tanto esfuerzo aprendió en equipos de barrio como el Fresno o
el Athletic de Campomanes. Enderezó su carrera y fue un mito del Real Oviedo.
Contribuyó, con sus paradas y sus gestiones, al nacimiento del club, tras la
fusión del Real Stadium Club Ovetense y del Real Club Deportivo Oviedo en 1926.
Aunque, para
siempre, llevó consigo el recuerdo de aquella tarde triste en la que, por fin,
jugó con la selección española… pero en la otra portería.